Cuando me muera, todos vendrán a despedirse de mi cuerpo,
como si fuese lo más importante que deje aquí.
Cuando me muera, todo serán halagos, palabras bonitas, disculpas, pesares.
Se parara el tiempo para algunos durante mi velatorio, y las lágrimas caerán por las mejillas.
Que pena tener que esperar hasta el momento de la partida para dar abrazos, mandar te quieros y confesar verdades; que pena que el cuerpo sea tan sumamente importante, que enfrente de él no podamos abrirnos el pecho. Que pena que las confesiones más jodidamente incofesables y las preguntas tremendamente intencionadas, se reserven para ese momento…
Y uno lo ve, porque lo ha experimentado; y cuando uno guarda una experiencia con incoherencia en él, no quiere volver a repetirlo.
Supongo que de eso se trata la vida, de aprender de uno y de los demás…que a fin de cuentas, son lo mismo.